martes, 10 de octubre de 2017

UNA HISTORIA PARA UN LUGAR, PARA UNA INSTANTANEA

Molinos en el horizonte, desde Quero-Villajos
Tras más de dos años sin atreverme, quizá falto de tiempo por tantos quehaceres, pero habiendo recorrido cada palmo con mi mente tantos amaneceres, escuchando el sabio susurro en sus papeles, soñando el camino..., y entonces ocurrió.

Sábado era, rodeado de familiares y amigos, cuando me figuré Quijote para encontrar el tesoro del lugar en la gran novela, con el mapa que tantas veces me proporcionó Alfonso Ruiz Castellanos, mi tío, el gran cronista e historiador de Quero.

Embriagado de La Mancha, desde el lugar de Dulcinea, acudía el primero de tres coches, me llevaban sus explicaciones por el antiguo camino de Villajos al “Cerro de los Gigantes” en Criptana. Paramos una vez dudando al sabernos tan cerca, y sin duda alguna continuamos imaginando al pasar del asfalto a la tierra la entretenida conversación del escudero con el caballero en pos de la famosa ínsula, con el sol del alba en el estío hiriéndoles de soslayo, por lo que la magnífica visión tan conocida habría de sorprenderles desde el norte de aquellos molinos.

Entonces, un coche desconocedor del misterio, con la premura de la juventud levanta una gran polvareda adelantando aquella caravana de buscadores, y tras la niebla marrón, el alto de la loma y unas piedras a la derecha de un antiguo gigante, pero nada más.  Casi a paso de Rocinante, por miedo a errar, suelto el acelerador y en mi mente el párrafo famoso de Cervantes: “En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como Don Quijote los vio, dijo a su escudero: la ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla…”.

La visión se une al recuerdo, al párrafo, y paralizado me estremezco. Giro bruscamente a la izquierda para parar en un cordel y echar pie a tierra. Ese es el maravilloso momento que ha quedado en mi cabeza, tantas veces narrado por mi tío, en el camino antiguo hacia Laminio en tierras de campos de Montiel, desde el lugar de Quero, a poco más de dos leguas de su casa el caballero se topa con los malditos gigantes. Giro atónito 360º, absorto, el viento parece detenerse, ahora sí, se detiene, y me adentro en la locura del caballero quedando en éxtasis para exclamar rotundamente a todos: ¡este es el lugar, no puede ser otro!
Gigantes desde el Norte

Mi figura girando en un mar de tierra en el centro del camino, contempla la visión imposible para un manchego, una multitud de molinos escondidos tras una colina, a poco más de doscientos metros, en el silencio. Decido andar casi correr con mi cámara al hombro loma abajo para repetir el milagro, el misterio, y encuentro el momento para inmortalizarlo, pareciendo imposible que apenas unos pasos, un falso llano sirva para ocultar los magníficos brazos que derrotaron al Quijote. Dichoso encuentro que une al científico con el misterio, probando a pie de campo, nunca mejor dicho, que aquello es cierto. Emocionado me digo, con el susurro del cronista en mis adentros, detén tu mirada en el horizonte y encuentra aquellos molinos de viento, todos parecen escucharme quedando igualmente perplejos.



Después volvió el viento y su recuerdo. 

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